lunes, 6 de junio de 2011

Creta


Traje masculino El taparrabo, llevado generalmente en las Cícladas, es de corte y de materias muy distintas: tela ligera, tejido espeso o incluso cuero. Unas veces rodea las piernas formando una falda corta; otras veces, fuertemente sesgado en las caderas, cae en dos delantales. El taparrabo de ceremonia a menudo está abigarrado con una faja que, tiesa a causa de las presillas y los adornos, desciende oblicuamente hasta el nivel de las rodillas. En el continente se superpone o se reemplaza por un calzón cortó, a menudo adornado con un grueso ribete, fijado en el talle por un cinturón fuertemente apretado, que puede estar constituido por cintas recamadas que forman sobre las caderas grandes cascarones tiesos. Generalmente el torso está desnudo, excepto en las escenas religiosas, en que se cubre con una especie de casaca imbricada. A veces se encuentra, echada sobre los hombros, una capa de piel de animal.
Sobre los cabellos largos, se colocan gorros de lana y un gran sombrero plano y redondo, cuya forma recuerda la del petaso griego.
La mayor parte del tiempo los hombres llevan unos borceguíes muy altos, especie de medias botas que suben hasta las pantorrillas, de cuero blanco o gamuza y otros, de cuero rojo, están provistos de correas dando siete vueltas a la pierna. En el interior de las casas y de los santuarios se iba descalzo.

Traje femenino El abigarramiento de los tejidos, la riqueza de los adornos (pliegues, ahuecados, bordados y pasamanerías multicolores) son los caracteres dominantes de esta indumentaria cuyo parentesco con el traje occidental moderno debe resaltarse.
La falda, sujeta con el cinturón y ceñida en las caderas, unas veces es atiesada con aros de metal, otras veces extendida sobre un cono formado por varillas de junco. Si se estrecha en los bajos, está cortada en una tela lisa y separada por galones en veinte bandas horizontales; los volantes caracterizan la civilización minoica: primero, todos son iguales y después, cada vez más estrechos y finalmente, aparecen el fondo de la falda en medio de ellos. Esta última a menudo se cubre con un delantal.
El corpiño, abierto hasta el talle, no disimula el pecho y se ata debajo de los senos y a veces se compone de una camisola transparente sobre la que se ensarta un corto bolero. Los antebrazos están siempre desnudos y las mangas son, unas veces, ceñidas, y otras veces, ahuecadas.
Para montar en carro, se envuelven en una capa larga parecida a la de los hombres; en otras circunstancias, se echan sobre los hombros una, esclavina de piel.
Capotes, “bretones”, “marqueses” adornados con rosetones se colocan sobre los largos cabellos y a veces prefieren para ellos un enorme tocado en forma de cuerno.
El calzado es parecido al de los hombres; pero la mujer, que se queda más en casa, se calza con mucha menos frecuencia.
Las joyas son muy lujosas: anillos, pulseras y collares llevan indistintamente hombres y mujeres, que usan, además, alfileres para los cabellos, espirales en filigrana de oro que se mezclan con los rizos, anillos de oro por los que se pasan las trenzas, diademas y pendientes

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